viernes, noviembre 19, 2010

El Pez y La Ternera

No sé en qué punto,
en dónde quebró la delicada pieza de arcilla que fuimos;
con toda esta sangre abandonando su cauce en mi cuerpo
detengo la memoria cuanto puedo,
en cuanto sitio creo pudo haber sido,
pero todo se desvanece pronto,
sólo el sabor amargo en la boca y el inmenso agujero negro
acentrado en mi pecho, que me ata a esta muerte solitaria...

Tal vez la frialdad del pez y el agua,
pero este pez era de fuego, de dulce viento de verano, ¿cómo pudo haber sido?
¿Cuándo se extinguió la hoguera?
Tal vez la frialdad del aire del campo,
la ternera solitaria que buscaba siempre desaparecer,
siempre huyendo... siempre huyendo...
¿Dónde pudo haber sido?

Ninguna palabra se acerca ahora, todo es silencio,
esto es silencio, el mayor de los silencios, el más estúpido de los silencios,
que no dirá nada, que se quedará frente al agua reprimiendo la brutalidad
de la sed,
esto es una voz amagada, una raíz desenterrada, un beso sin destinatario.
¿Cuándo nos llegó el otoño y nos fuimos caminando sin mirar los pasos,
cada quién en su extremo, aferrado a sus abismos?
¿Cómo es que el cántaro roto pudo remendarse tanto y al final sólo quedó destruído?

No distingo mi propia furia, mi propio extravío,
y aunque yo pueda ver tus heridas y tus mares por cruzar, ambos nos cegamos tibios
en la propia carencia, en el propio dolor...
¿Qué dolor es este que cargo?
¿Cuándo comenzó y por qué no amaina tras tanto?
¿Dónde comienza esta cuerda y dónde termina el llanto?
¿Para qué me quedaste, si sólo tengo rostros de mentira y traición que mostrarte?
Y tú, ¿dónde quedó aquello que me rompió alguna vez?
Tu otro rostro, ¿dónde lo has dejado?
Ahora todo es sólo un espectro doliente que se arrastra
por los pasillos de la ira, del despecho,
pero,
¿dónde se habrá ido la primer sonrisa y el primer te quiero?
En esta hora sospecho que pudieron haber sido
solamente
un sueño...

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