lunes, enero 25, 2010

Enriqueta,
cobíjame en la mansa oscuridad
de tus letras.

Recíbeme lacerada
entre tus puños de ovillo,
teje con tu sueño torvo
un manto de silencio y ceniza
bajo el que mi corazón pueda reposar.

Ay, Enriqueta,
siento que esta piel me aprieta,
Siento que el horror del viento me latiga
y un viejo olor
a esperanza podrida
me horada el alma anegada,
los ojos de vidrio.

Yo sé que en tu furia violácea
cabe todo,
que mi llanto brumoso de paja
no es ajeno a tu larga ansiedad solitaria,
ay, Enriqueta,
te necesito.

Te necesito por que a poco
esta laxitud será
rabiosa penumbra de barranco,
estas piernas sólo hilos
del tejido roto, marchito,
y estos labios sólo manarán
lava y tragedia
para borrar la náusea
de la apocalíptica
ilusión extraviada.

Enriqueta
abre tus manos de vírgen terrestre
y déjame brillar en tu
vertiginosa quietud
hasta que mi pecho yazca
inerme y devastado
dentro de tu noche
amorosa soledad.

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