jueves, febrero 25, 2010

Minotauro

I

Siento colonias de microorganismos extendiéndose
en luminosos apéndices que ahorcan el mundo desde mi vientre.


II

Un cosquilleo deveras adormece los ligamentos que no ejecutan el movimiento,
una sombra,
una duda plagosa.
Tu Voz.


III

Hoy, aquí, me parece una maldición la letra en el ojo y en el puño,
una frustrante vocación de la que se debe huir si el ojo y el puño no controlan su impetuosa filia.


IV

Encontré la letra escarlata,
que no era símbolo y la repentina pulsación sorda me rompió
en un charco de dolor y agua.


V

Extiendo mis apéndices luminosos más allá,
más hacia lo oscuro,
y repentinamente, abrazo la palabra
igual que a un hijo ciego.


VI

La cordura me amenaza con tolete apenas me acerco a husmear por entre
los barrotes que me guardan dentro de este espeso humo silencio.


VII

¿Qué furia colérica me separa quirúrgicamente de mi yo rojizo, de mi yo brillante e histriónicamente auténtico?
¿Qué odio atizado me da estas manos y estos ojos y esta impetuosa necesidad enferma de ti?


VIII

¿Cuántos ojos tuve la última vez que ví?


IX

Ahí en la oscuridad, lejos de mi vientre,
en alguien se agolpa purpúrea la sangre en algún sitio,
y fácil lo devora el Minotauro
en un laberinto en el que demente Ariadna se ha comido el hilo.

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