La puerta está cerrada, nuevamente,
la náusea fluye por las venas vacías,
azahar del novio muerto.
Paciencia: llovizna un viento pequeño en mi oído.
Voy olisqueando a ciegas, tentando las paredes, la tierra
como un caracol que, sin significar esto nada,
lleva la concha fracturada,
aquí y allá
fracturada
y no le sostiene mas que su propio silencio,
que le provee las ganas de olisquear.
Los ojos están cerrados, nuevamente,
y el puño murmulla no sé qué cosas
contra mi cara entumecida
y llena de gestos mancillados por el recuerdo.
Y me balanceo, me balanceo
como el péndulo del sueño en mis párpados,
procuro ser el guijarro más oscuro
de la arena que se arrastra bajo
tus pies cuarteados de tanta espera.
Me balanceo,
toco, suspendida sobre el abismo,
las paredes de un sueño y otro
con la punta de la nariz.
Esto tampoco significa nada.
La boca está cerrada, nuevamente,
la mordaza que amaga la lengua
es dulce y soluble como una hostia y su Nombre,
a ver si algo logro decir con las manos,
el puño de la mano que no ha sido amputada
está cerrado,nuevamente,
y todo sobre él se desliza como
mantequilla reducida en grasa.
¿Has visto mis senos turgirse bajo tu saliva?
Y no sólo eso, amoldarse a mi cuerpo como tus manos
y la infinita soledad
que me penetra desde tu vientre
y se adhiere a tu piel como sal del océano.
Descríbelo, pues, yo no veo.
La náusea permanece, solamente, ¡ah!, definitiva,
seduce mi esófago y mi garganta.
No hay paciencia ni ganas,
y esto tampoco significa nada.
Son sólo astillas, palabras extraviadas,
ojos de caracol que olisquean
y se arrastran para no ver por dónde, nuevamente, anda.
miércoles, enero 20, 2010
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